
En el resplandor vivaz y efervescente de la juventud, una nefasta penumbra amenaza a aquellos que se atreven a transitar la senda de las substancias eufemísticamente denominadas como “drogas recreativas”. Esta joven dama, imbuida del fervor propio de su edad, se entregaba con pasión a los encantos de la vida, anhelante de descubrir horizontes y tejer recuerdos con sus congéneres. Su formación académica tuvo lugar en prestigiosos colegios de Santo Domingo, gozando de una educación esmerada durante su niñez y juventud. Culminó la educación secundaria en 2021 y posteriormente, con ímpetu y determinación, se aventuró en la odisea universitaria.
Dotada de fluidez tanto en inglés como en español, manifestó desde su más tierna infancia una predilección por el servicio comunitario y una innata destreza en las artes. Su competencia la llevó a desempeñarse como traductora en un colegio de renombre, donde su extraordinario desempeño fue merecedor de distinciones.
No obstante, incluso los espíritus más brillantes no son inmunes a las tentaciones que acechan en la sociedad. Una incursión, motivada por la influencia de su círculo, hacia una variante de cocaína (designada como recreativa) adulterada con fentanilo, presagió su trágica despedida.
El fentanilo, un analgésico opioide sintético de abrumadora potencia, se emplea clínicamente para contrarrestar dolencias severas, ya sean postoperatorias o crónicas. Si bien tiene connotaciones análogas a otros opioides, su poder excede por un margen considerable a sustancias como la morfina o la heroína. A pesar de su intención benevolente en el escenario médico, ha transgredido barreras, metamorfoseándose en un azote en el ámbito de las drogas lúdicas.
La insidiosa naturaleza del fentanilo es tal que una minúscula cantidad puede resultar fatal. Ingerirlo sin una debida supervisión es coquetear imprudentemente con la Parca. El desolador ocaso de tan distinguida dama se erige como el aciago testamento de las implacables consecuencias del narcotráfico en la República Dominicana. Su trágico desenlace no es sino un eco que resuena entre las arboledas y costas de nuestra amada isla, manifestándose como un recordatorio ineludible del precio que muchos han pagado.
Este infortunio evidencia, con una crudeza desoladora, los peligros subyacentes en nuestro entorno. Peligros que, con frecuencia, se ven exacerbados por la apatía de regímenes gubernamentales con agendas ocultas, intensificando la aflicción. Uno no puede sino cuestionarse sobre la inexplicable indiferencia de nuestras autoridades.
Esta conmovedora tragedia es un reflejo de una problemática que permea hogares, instituciones educativas y la elección de nuestras compañías. Las estadísticas en Estados Unidos son alarmantes, pero es imperativo que, tanto en nuestra nación como en el mundo, se fomente una cultura de conciencia y educación respecto a estas substancias, propiciando decisiones ilustradas y prudentes.
Comparto esta odisea no con el ánimo de infundir temor, sino de inculcar discernimiento y alertar sobre las decisiones que pueden derivar en desenlaces irrevocables. El fentanilo no es meramente un término en este texto, es un toque de atención sobre la delicadeza de la existencia y la imperativa necesidad de velar los unos por los otros. Rendimos tributo al legado de esta infortunada joven no con lágrimas ni lamentos, sino alzando la voz, con vehemencia y determinación, para diseminar su historia. Hacemos un llamado resonante a nuestra juventud, el fulgor y futuro de la nación, para que no se vean ensombrecidos por el tentador canto de estas sirenas venenosas. La instrucción, prevención y diálogo sincero son pilares esenciales para edificar un porvenir donde tragedias de esta índole sean una rareza y nuestra juventud permanezca incólume.
Pues, es nuestro deber, como patriotas y guardianes de la integridad de la próxima generación, asumir la ardua tarea de educar, prevenir y, sobre todo, luchar contra este monstruo omnipresente que amenaza con tragarse a nuestros jóvenes. Que este doloroso testimonio sirva como un faro, guiando a otros hacia costas más seguras.
En esta batalla, no hay mayor arma que la unión y la educación. Y recuerda, el sol siempre brilla más intensamente después de la tormenta más oscura. Juntos, podemos y debemos derrotar este flagelo.