Para las supervivientes de la violencia machista en el ultramar francés, “prevalece el silencio”

Yassimina Moumini habla a diario con mujeres que han huido de parejas violentas. Como coordinadora de un centro para mujeres en Mayotte, territorio francés de ultramar al noroeste de Madagascar, su trabajo consiste en ayudarlas. 

En una soleada mañana de julio, cuenta cómo acogió a Fiona*, de 23 años. “Llamó a nuestras puertas porque no tenía dinero para alimentar a sus dos hijos pequeños tras dejar a su marido, que le había pegado”, explica. “Sólo tenía tres euros en el bolsillo. Es muy valiente”.  

Por desgracia, casos como el de Fiona distan mucho de ser aislados. Las mujeres de los territorios franceses de ultramar tienen muchas más probabilidades de sufrir violencia doméstica que las de la Francia continental. En Martinica y Guadalupe, por ejemplo, una de cada cinco mujeres sufre maltrato doméstico, frente a una de cada diez en la Francia continental.  

Según un informe de la organización feminista francesa En avant tout(e)s (que significa “a toda máquina” o “hacia adelante” en español) publicado el 11 de julio, son muchos los factores que explican esta disparidad. La pobreza, el aislamiento geográfico, las normas culturales y las presiones familiares influyen.  

“El silencio prevalece”

Aunque es difícil trazar una imagen panorámica completa de la violencia contra las mujeres en cada uno de los 11 territorios franceses de ultramar, para los miembros de En avant tout(e)s, el problema está muy subestimado. Su informe ha puesto de manifiesto los obstáculos subyacentes comunes que impiden a las mujeres hablar, desde la Polinesia Francesa, en el sudeste del océano Pacífico, hasta Mayotte, en el océano Índico.  

Todos los territorios de ultramar están geográficamente aislados y tienen una gran densidad demográfica”, explica Aurélie Garnier-Brun, Directora de Desarrollo y Patrocinio de En avant tout(e)s. “La insularidad puede crear un fuerte sentimiento de pertenencia”. “La insularidad puede crear un fuerte sentido de interconexión [es decir, familiaridad dentro de las comunidades], lo que a su vez puede dar a una persona la sensación de que está siendo vigilada por su comunidad”, dice Garnier-Brun. “Como resultado, eso les impedirá hablar. Así que prevalece el silencio”.  

Las normas culturales y las presiones familiares contribuyen claramente al silencio al que se refiere Garnier-Brun. El derecho de consentimiento puede entrar en conflicto con el derecho común en algunos territorios, lo que puede ser un factor de riesgo para las mujeres que se enfrentan a la violencia. En Nueva Caledonia, por ejemplo, “ciertas tribus [indígenas] kanak tienen tradiciones que obligan a las víctimas de violencia a pedir perdón a sus agresores”, afirma Garnier-Brun.  

El viaje de un superviviente

Las restricciones geográficas también tienen su culpa. Vivir en una isla volcánica, un archipiélago o un territorio muy boscoso como la Guayana Francesa puede dificultar el acceso a las instituciones legales o a las estructuras de apoyo. En Mayotte, donde las barcazas y los taxis son los medios de transporte más comunes, es fácil disuadir a las víctimas de abandonar un hogar abusivo por razones económicas.  

E incluso una vez que han huido, persisten las complicaciones. “Una madre de cinco hijos, dos de ellos en edad escolar media, se enfrentó a muchos obstáculos para mantener a sus hijos en la escuela después de ser acogida en nuestro centro de acogida de emergencia”, explica Moumini, del centro de mujeres de Mayotte. 

Como la mujer había abandonado su casa, “ya no residía en su municipio y no había autobuses entre el centro y la escuela secundaria, así que tuvo que encontrar una solución. Tuvo que pagar un taxi o recurrir al autostop para transportar a sus hijos, pero eso se complicó rápidamente. No tenía medios para pagar un taxi todos los días, pero era esencial para evitar que sus hijos abandonaran los estudios o volvieran al pueblo donde vive su agresor”.  

Como muchas organizaciones de base, el centro de mujeres de Mayotte donde trabaja Moumini intenta ayudar a estas mujeres. Ofrecen alojamiento, asistencia jurídica y apoyo psicológico. “Queremos darles los medios para reconstruir sus vidas”, explica. “Queremos que sepan que no están solas y que pueden tener una vida mejor”.  

Llenar los vacíos

A pesar de su buena voluntad, las organizaciones locales se están quedando sin fuerzas. Aunque cada vez más mujeres necesitan sus servicios, sus medios son insuficientes. “Para que las organizaciones puedan hacer bien su trabajo, necesitan más recursos financieros. Ése es el quid de la cuestión”, insiste Garnier-Brun. “Más dinero les permitiría contratar más personal, desarrollar programas de prevención y aumentar su impacto. Ahora mismo, muchas organizaciones dependen de donaciones y voluntarios, lo que no basta para satisfacer la demanda de sus servicios”. 

Algunos territorios de ultramar también carecen de profesionales con formación adecuada para tratar la violencia de género y los abusos sexuales. “No hay suficientes trabajadores sociales y psicólogos para cubrir el número de puestos vacantes en Guayana Francesa”, afirma Audrey Buguellou, coordinadora del programa sobre violencia contra las mujeres creado por L’arbre fromager, una ONG feminista con sede en Cayenne, la capital del territorio. “Para algunas carreras universitarias, los jóvenes tienen que ir a estudiar a Francia continental, y no necesariamente quieren volver a casa de inmediato”, explica.  

Las organizaciones también quieren intensificar el trabajo de prevención. Desde hace un año, Buguellou lleva a cabo campañas de sensibilización en las comunidades indígenas de la Guayana Francesa, a las que sólo se puede acceder en avión o en piragua. “Cuando hablas de violencia doméstica en estas comunidades y vienes de la Francia continental, es complicado que te acojan”, explica. “En general, dejamos que la gente acuda a nosotros para levantar el velo sobre estos tabúes de forma amable y no estigmatizadora. Es un trabajo a largo plazo, pero esencial para cambiar mentalidades”.  

Fuente: France 24

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